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YACHANA Revista Cientíca, vol. 11, núm. 2 (julio-diciembre de 2022), pp. 185-188
Reseña
Herrera, M.
El mundo de la política es un mundo apa-
sionante, aunque no faltan quienes, desde
otra perspectiva y con otra actitud, dirán
que es un mundo de miserias y emociones.
Personalmente, creo que es un escenario
en el que los seres humanos pueden y de-
ben dar lo mejor de sí para construir no un
mundo feliz a lo Huxley, pero sí un espacio
que nos haga crecer como personas que, al
n y al cabo, es el gran telón de fondo de
nuestra existencia.
Soy de los que piensan que nuestro Yo es
fruto de la historia de nuestras relaciones.
Somos seres poblados por otros seres que
se hacen eternos cuando dejamos huellas
en los demás. Si, eternos, trascendiendo el
espacio y el tiempo, nos hacemos presen-
tes en algunos de los eslabones que forman
parte de la gran cadena de la historia de la
humanidad.
El escenario político es un buen terre-
no para hacerse eterno, para dejar huella,
para ir más allá de los límites temporales
y espaciales. Posiblemente, el mejor ins-
trumento para hacer realidad esa eternidad
sea el discurso político que, no en vano,
constituye uno de los elementos clave para
trasladar a los ciudadanos las ideas, pro-
puestas, proyectos y acciones que cada po-
lítico sugiere.
Llegados a este punto, me parece oportuno
lanzar un interrogante que, en buena medi-
da, está detrás de la brillante obra que ha
escrito el Doctor Villavicencio y que tengo
el honor de reseñar: ¿Puede ser la oratoria
de los políticos un factor decisivo para su
éxito?
La respuesta que se deja entrever a lo largo
de la obra de Doctor Villavicencio es cla-
ra. Nos encontramos ante un sí rotundo, de
trazos fuertes, sin el más mínimo resquicio
de duda. Ahora bien, la réplica armativa
es abordada magistralmente mediante una
serie de argumentos, o mejor aún, median-
te una serie de consejos que deben tenerse
muy presentes para alcanzar el éxito.
Así es como voy a plantear esta presen-
tación, arrojando luz a toda una serie de
recomendaciones que, en mi opinión, se
desprenden de la investigación que magis-
tralmente se ha llevado a cabo.
El primer gran argumento que nos pre-
senta en su obra el brillante profesor de la
Universidad Laica Vicente Rocafuerte de
Guayaquil es que todo discurso político
tiene que esconder un mensaje, una idea
clara de lo que se desea y quiere transmitir.
Ciertamente puede haber espacio para la
improvisación, pero en ningún momento
esa frescura, espontaneidad o naturalidad
es clave de éxito.
En España diríamos que hay que ser azo-
rinianos, esto es, que nuestras frases sólo
deben contener sujeto, verbo y predicado.
Para el Dr. Villavicencio, y aquí tenemos
el segundo gran consejo, el mensaje a
transmitir debe contener tres ingredientes:
corto, claro y conciso. Y es que hay veces
en que el bosque nos hacer perder de vista
los árboles, y el exceso de hojarasca, esto
es, la redundancia puede dar lugar a que
de diluya la idea general que se pretende
exponer y transmitir.
Siempre he dicho que hacer el bien no bas-
ta, el bien hay que hacerlo bien. Pues en
el discurso político hacer bien el bien no
es otra cosa que contar una buena historia,
como puede desprenderse de las argumen-
taciones que se recogen en esta obra. Y un
buen relato implica tener muy claro qué,
cómo y para qué se quiere contar. Estamos
hablando por tanto de sistematicidad y de