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ISSN 1390-7778 (Versión Impresa)
ISSN 2528-8148 (Versión Electrónica)
YACHANA
Revista CientífiCa
Volumen 12, Número 2, Julio-Diciembre 2023
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Esta publicación está bajo una
licencia Creative Commons
Atribución-NoComercial 4.0
Internacional (CC BY-NC 4.0).
Resumen
Este trabajo se realizó en el marco del Pro-
yecto de Investigación patrocinado por la
Universidad de las Artes, La Biblioteca de
las Artes, historia de un proceso adscrito
al Grupo de Trabajo Arte y Memoria So-
cial. Indaga en la historia de Diario El Te-
légrafo desde su fundación en 1884 hasta
1925 en consonancia con las relaciones
sociales, políticas y económicas que inu-
yeron para que se convierta en el medio de
referencia de Guayaquil. La investigación
toma como abordaje metodológico las
consideraciones planteadas por la historia
del tiempo presente respecto al análisis de
la prensa y pone en relación las historias
de vida de sus primeros propietarios con el
n de evidenciar las conexiones sociales,
económicas y políticas que contribuyeron
en el desarrollo de la empresa periodísti-
ca. El relato que se presenta habla de la
vida del diario y de sus fundadores. Espe-
ra develar las complejas relaciones de la
prensa con el poder económico, empresa-
rial y nanciero del país, y contribuir con
nuevos elementos que permitan reescribir
la historia de la prensa escrita del país,
como instituciones que intervienen como
actores u operadores políticos para lograr
decisiones sociales que les benecie.
Palabras claves: Historia, prensa, perio-
dismo.
Abstract
This work was carried out within the
framework of the Research Project spon-
sored by the University of the Arts, The
Library of the Arts, history of a process
attached to the Art and Social Memory
Working Group. It investigates the history
of Diario El Telégrafo from its foundation
in 1884 to 1925 in line with the social,
political and economic relations that in-
uenced it to become the reference medi-
um in Guayaquil. The research takes as a
https://doi.org/10.62325/10.62325/yachana.v12.n2.2023.871
Artículo de
Investigación
22/02/2023
15/05/2023
28/07/2023
El Telégrafo: orígenes de un diario
guayaquileño
Natalia Yolanda Tamayo Cruz
El Telégrafo: origins of a Guayaquil newspaper
Universidad de las Artes. Guayaquil, Ecuador. natalia.tamayo@uartes.edu.ec
https://orcid.org/0009-0006-7860-1377
YACHANA Revista Cientíca, vol. 12, núm. 2 (julio-diciembre de 2023), pp. 145-163
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Tamayo, N.
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Introducción
A lo largo del Siglo XIX en Ecuador, las
páginas de los periódicos fueron el esce-
nario de confrontación política de la so-
ciedad. Revistas y periódicos creados por
gremios, partidos políticos o sectores iden-
ticados con causas electorales o coyuntu-
rales enriquecieron ese debate y aportaron
en la construcción de una esfera pública.
Muchas de esas publicaciones tuvieron
corta vida y aquellos que lograron perma-
necer activos durante el siglo XX han sido
aquellos que estuvieron ligados al comer-
cio y la banca.
La Revolución Liberal y los cambios que
generó -libertad de cultos, libertad de pren-
sa, separación de la Iglesia y el Estado- ge-
neró una proliferación de medios impre-
sos. Enrique Ayala Mora (2012) arma
que los liberales se veían así mismos como
portaestandartes del progreso y de la lucha
por la libertad de pensamiento.
Para 1897, año en que se expidió la Consti-
tución liberal, la publicidad impresa se ha-
cía presente en las páginas de los diarios,
las crónicas compartían el espacio con los
artículos de opinión y las notas literarias.
La última página recogía parte de la noticia
anunciada en primera plana más anuncios
pagados. (Ayala, 2012)
A medida que la información se convertía
en un producto de venta, los medios re-
querían de nuevos equipos que aceleren
el tiempo de producción en imprenta y les
permita ofertar nuevos y diferentes servi-
cios con los cuales recuperar costos. Es en
ese contexto que los medios abiertamente
activistas pasaron a ser concebidos como
un negocio que requería una estructura
empresarial e ingresos constantes. Como
sostiene Ayala Mora, las suscripciones pri-
mero, la venta de publicación luego y el
voceo, posteriormente, fueron los cimien-
tos económicos para el funcionamiento de
las empresas editoras.
En esa lógica de funcionamiento, como
la identicación política partidaria de los
medios potencialmente podía excluir a una
parte de los consumidores, la declaración
de apartidismo y de neutralidad se imponía
como estrategia de mercado, aunque el ac-
tivismo político continuaba de una manera
velada.
Los contenidos empezaron a mercadearse
como elementos de atracción, los cronistas
eran personajes reconocidos; el dueño del
periódico mantenía una columna de opi-
nión y los contenidos informativos depen-
dían de las notas locales y del telégrafo, es-
tratégica red de comunicación garantizada
por el Estado.
methodological approach the considerations raised by the history of the present time regarding
the analysis of the press and relates the life stories of its rst owners in order to demonstrate the
social, economic and political connections that contribute to the development of the newspaper
company. The story presented talks about the life of the newspaper and its founders. He hopes
to develop the complex relations of the press with the economic, nancial and nancial power
of the country and to contribute with new elements that allow rewriting the history of the writ-
ten press in the country, as institutions that intervene as political actors or operators to achieve
social decisions that benet
Keywords: History, press, journalism.
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Convertidos en referentes, los periódicos
han impuesto la agenda de debate de la
sociedad a través de un mecanismo perio-
dístico: la jerarquización temática, desta-
cando unos temas e invisibilizando otros.
Como señala Fernando Rivas (2009) “los
periódicos y los diarios no son textos ino-
centes ni tampoco guardianes de la verdad
histórica” (p. 23), sus contenidos no son
reejo de la realidad ni la verdad inobjeta-
ble, sino una mirada parcial o una versión
de la realidad.
En consonancia con lo planteado por Luois
Althusser (1988), los medios de comuni-
cación transmiten la ideología dominante
de una sociedad porque tienen el poder
de crear y difundir imágenes, discursos y
narrativas que moldean el pensamiento y
el imaginario de la sociedad. Junto con la
Iglesia y la Educación, sostiene Althusser,
los medios de comunicación son aparatos
ideológicos del Estado, cuya acción sirve
para mantener la dominación hegemónica.
En tanto dispositivo del poder la prensa
es un espacio compartido por intereses
políticos y económicos con consensos y
disensos. La opinión pública es más bien
opinión publicada entendida como el lugar
en el que se discuten asuntos del Estado
por fuera del aparato estatal.
Si los medios de comunicación deen-
den el orden instituido, la declaración de
libertad de expresión o de scalización
del poder es rebatible. Más aún cuando la
evolución histórica de los medios eviden-
cia, desde su origen, su cercanía o su par-
ticipación dentro de grupos económicos y
nancieros. Su accionar político será en
representación de esos sectores.
Para evidenciar ese devenir de los medios
es necesario hacer una revisión históri-
ca que permita una reinterpretación de su
constitución y existencia a n de desmon-
tar los relatos convertidos en verdades ab-
solutas.
En ese sentido, este texto busca aportar
con una nueva mirada de los orígenes de
Diario El Telégrafo de Guayaquil. Se ha
tomado como punto de partida el concepto
de Historia del Tiempo Presente planteado
por Julio Aróstegui (1998) que hace alu-
sión al análisis del pasado más reciente y
su relación con el presente con el n de en-
tender las dinámicas sociales, económicas
y políticas que han llevado hasta el mo-
mento actual.
Como señala Aróstegui, la función de la
historia del presente es uno de los instru-
mentos de crítica y autocrítica con el que
sociedades de hoy, en cambio profundo
cuentan para analizar procesos en cursos o
que están inacabados.
Desde esa perspectiva, el historiador debe
revisar los microprocesos, recurrencias y
ausencias para determinar matrices que
permitan interpretar los hechos. Arostegui
arma que lo importante es sacar a luz las
diferentes estructuras de lo que es suscep-
tible repetirse y las diferentes velocidades
del cambio, sin las cuales no es posible co-
nocimiento histórico alguno.
Para un análisis más pormenorizado, la
Historia del Tiempo Presente permite la
conuencia de diferentes disciplinas de las
ciencias sociales para identicar, analizar
y explicar la concurrencia de los procesos
sociales.
Se ha tomado como referencia los trabajos
de Carlo Ginzburg (1982) y Peter Burke
(2005) en el que las biografías son herra-
mientas que permiten explorar creencias,
prácticas y analizar los acontecimientos
históricos desde una perspectiva más de-
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tallada; ysirven para cuestionar y revisar
las interpretaciones históricas aceptadas
como realidades incuestionables. Así, se ha
tomado como hilo conductor del relato, la
biografía de los primeros dueños de Diario
El Telégrafo para evidenciar el surgimiento
y relacionamiento del diario en la vida po-
lítica y económica del país. Se ha acudido
a la Economía Política de la Comunicación
como el enfoque que permite entender las
relaciones entre los medios de comunica-
ción, la política y la economía, así como el
funcionamiento del mercado de la informa-
ción con sus lógicas de producción, distri-
bución y consumo. (Ortega, 2011)
Desde la Sociología de la Comunicación, se
advierte que los medios de comunicación
son actores que operan al interior del siste-
ma político apelando a diversos roles, con
el objetivo de inuir en la adopción de polí-
tica pública que benecie sus intereses o los
del grupo al cual pertenecen. (Borrat, 2003)
Califano (2015) señala la importancia de
asumir la información publicada como una
realidad construida, que parte de una se-
lección deliberada de lo que se considera
noticiable y se pone a la sociedad a debatir
los temas que los medios consideran im-
portantes, esto es la agenda Setting, bajos
unos marcos de interpretación, o lo que se
conoce como teoría del Framing.
Borrat (2003) arma que en su papel de
comunicador público, el periódico se ca-
racteriza por ser narrador y comentarista
de conictos políticos noticiables, mien-
tras que como organización profesional es,
además, participante de conictos sobre los
que informa u omite en su temario público.
Bajo este andamiaje conceptual se busca
aportar con nuevos elementos de inter-
pretación de la historia de los medios im-
presos del país. Los textos de referencia
abordan la vida de los periódicos desde di-
námicas diferentes. La mirada cronológica
o descriptiva que enumera las publicacio-
nes periódicas, sus principales elementos
y en algunos casos, los motivos de su des-
aparición. Nos referimos a Historia de la
Prensa de Guayaquil de Camilo Destruge
(1982) y a Los periódicos guayaquileños
en la historia 1821-1997 de Antonio Gó-
mez Iturralde (1998a, 1998b).
Otros textos revisan la historia de los perió-
dicos en relación con el acontecer social,
económico y político del país. Hablamos
del texto El periodismo en la dialéctica de
la política ecuatoriana de Orquera (2015);
y el paper realizado por el historiador qui-
teño Enrique Ayala Mora (2012) La pren-
sa en la historia del Ecuador: una breve
visión general. Por último, aquellos textos
que aportan lecturas reexivas de los me-
dios en el contexto local y nacional y son
artículos generados desde Loja de los in-
vestigadores Gutiérrez et al. (2016).
De manera particular, se advierten trabajos
que indagan especícamente en la historia
de algún medio de comunicación. Es im-
portante señalar el aporte de Katherine Or-
quera (2020) al reseñar la historia de Dia-
rio El Comercio de Quito en los años 40 y
abre una ruta para futuras investigaciones
que se adentren en la vida de los diarios y
de sus empresas de manera que se pueda
poner en contexto su evolución, el origen
que permitió su funcionamiento, los vín-
culos desarrollados por sus propietarios,
las relaciones políticas, sociales y econó-
micas que inuyeron para su éxito.
Este trabajo pasa revista a los primeros 40
años de vida de Diario El Telégrafo. Inten-
ta develar los nexos, las relaciones y las
situaciones que contribuyeron de manera
directa e indirecta para que pueda crecer
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y convertirse en el diario de referencia de
Guayaquil y del país. Señala algunos he-
chos políticos en los que participó de ma-
nera directa y la forma en que inuyó en el
sistema político y fue beneciario de deci-
siones de política pública.
Como se mencionó anteriormente, se apo-
ya en la historia de vida de quienes fueron
sus primeros propietarios con la intención
de develar los nexos económicos y políti-
cos que tuvieron y como eso fue determi-
nante en el devenir de esos periódicos.
Desarrollo
Los primeros años de El Telégrafo
Diario El Telégrafo circuló por primera vez
el 16 de febrero de 1884. Su fundador Juan
Murillo Miró fue hijo de Manuel Ignacio
Murillo Pérez, considerado el patriarca del
periodismo guayaquileño, llamado así por
ser el responsable de la imprenta que sirvió
para publicar el primer periódico de la ciu-
dad. (Gómez, 1998a)
El Patriota de Guayaquil apareció el 21 de
abril de 1821. Junto a Primicias de la Cul-
tura de Quito, que circuló el 5 de enero de
1792, se convirtieron en los primeros dia-
rios del país. Los dos medios de comunica-
ción contaron, de una forma u otra, con el
apoyo de la Masonería.
El historiador Jorge Núñez (2003) señala
que Eugenio Espejo, responsable del dia-
rio quiteño, fue integrante de la logia El ar-
cano sublime de la Filantropía, en Bogotá,
luego de su exilio en 1789 y tras su retornó
creó la Escuela de la Concordia, sociedad
secreta destinada a cultivar el libre pensa-
miento y los principios de libertad, igual-
dad y fraternidad. Primicias de la Cultura
fue el órgano de difusión de la Sociedad
Patriótica Amigos del País.
El establecimiento de la primera imprenta
de Guayaquil respondió a la gestión reali-
zada por los masones como una necesidad
para que la Junta de Gobierno cuente con
un periódico que informe las gestiones ad-
ministrativas de la ciudad.
Núñez (2003) subraya que José Joaquín
de Olmedo integró la Logia Integridad 7
cuando participó en las Cortes de Cádiz
(1811-1813). Su actividad coincidió con
la decisión de la Masonería de impulsar la
Independencia Americana para lo cual se
creó la Logia Madre Hispanoamericana.
La Logia La Fragua de Vulcano, creada por
la Logia Estrella de Guayaquil en 1810, en
la que se reunían Francisco María Roca,
Francisco Marcos, Francisco de Paula La-
vayen, Lorenzo de Garaicoa, José de Villa-
mil, Rafael Jimena y Luis Fernando Vive-
ro, impulsó un proceso independentista que
perseguía además abolir la inquisición, es-
tablecer escuelas públicas y hacer efectiva
la libertad de imprenta. (Núñez, 2003)
Camilo Destruge (1982) destaca los nom-
bres de varios masones que contribuyeron
con fondos para adquirir la imprenta. Entre
otros, guran Francisco María Roca, José de
Villamil, Francisco Lavayen, Luis Fernando
Vivero y José Joaquín de Olmedo; integran-
tes de la Logia Estrella de Guayaquil.
Tras la independencia, en 1821, circuló El
Patriota de Guayaquil y se expidió el pri-
mer Reglamento de Libertad de Prensa que
estableció formas de actuar del periodismo y
sanciones ante el abuso a la libertad de expre-
sión. El primer ejemplar contó con un texto
de José Joaquín de Olmedo y fue impreso en
el taller dirigido por Ignacio Murillo.
La imprenta, que fue un logro masón, per-
mitió el aparecimiento de otros medios:
El Chispero (1825), El Impugnador Justo
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(1825), El Garrote (1827), El Colombiano
del Guayas (1827-1830) y El Ecuatoriano
del Guayas (1833-1838). (Destruge, 1982)
Los masones estuvieron presentes tanto en
la Independencia como en la conformación
de la República. José Joaquín Olmedo, Vi-
cente Rocafuerte, Pedro Moncayo, José
María Urbina presidente, todos miembros
de la masonería, que tuvieron un papel
central en la política ecuatoriana.
Jorge Núñez (2003) arma que los enfren-
tamientos políticos a lo largo del siglo XIX
escondieron un enfrentamiento no solo en-
tre conservadores y liberales, sino también
entre la Iglesia y la Masonería. Guayaquil
se asoció con el impulso capitalista-liberal
y la Sierra como espacio conservador, te-
rrateniente y clerical. La Masonería se an-
cló con la Costa capitalista, en tanto que la
Iglesia se posicionó con la Sierra.
La confrontación obligó a los masones a
mantener el secreto como norma de fun-
cionamiento y que generaran organizacio-
nes de servicio social. Vicente Rocafuerte
fundó una primera Junta de Benecencia
en 1842. José María Villamil, Juan Bau-
tista Destruge y José Mascote fundaron el
Centro Filantrópico, antecedente de la So-
ciedad Filantrópica del Guayas fundado en
1849. (De la Torre, 1996)
La prensa fue, junto con el parlamento, las
instancias municipales y los foros acadé-
micos, el espacio idóneo para promover el
ideario liberal. Las imprentas y el ejercicio
del periodismo fueron un aspecto clave que
impulsaron los masones.
Otro eje de su accionar fue promover la edu-
cación y el libre acceso al conocimiento. Los
Templos masones sirvieron para la forma-
ción de intelectuales, en tanto que la Biblio-
teca Municipal, fundada por Pedro Carbo en
1862, permitió acercar libros, periódicos y
revistas a los ciudadanos. (Pérez, 2005)
En ese contexto social y político de la ciu-
dad creció Juan Murillo Miró. En el seno
de una familia cuya acción profesional
transcurría alrededor de la imprenta y en
un entorno inuenciado por la presencia
de los masones. Estudiante del Colegio
San Vicente del Guayas -hoy Vicente Ro-
cafuerte-, cuyo rector, Fernando Vivero,
también fue integrante de la Logia Estrella
del Sur. (Núñez, 2003)
Presidente del Consejo Cantonal de la ciu-
dad en 1880. Partió en 1881 a Hambur-
go con la intención de establecerse como
agente comercial, pero se vio obligado a
regresar por el deterioro de la salud de su
madre y su esposa.
Los primeros años
El retorno de Murillo al país coincidió con
la dictadura de Ignacio de Veintimilla. Las
fuerzas políticas estaban claramente iden-
ticadas. Los católicos con la vertiente
republicana y liberal; y los liberales con
la tendencia radical y moderada (Ayala,
1994). Guayaquil contaba con varias im-
prentas. A más de la de Murillo, estaban la
de José Joaquín Sono, la de Calvo y Cía,
la de Juan José Malta; y la del Gobierno.
(Pérez, 2005). Antonio Gómez Iturralde
(1998a) registra que al nalizar el siglo
XIX circulaban unos 90 impresos, entre
los que guraban El Diario de Guayaquil
(1860), La Nación (1879), El Globo, El
Grito del Pueblo y El Tiempo (1891).
Los diarios conservaban un marcado con-
tenido político, de modo que la prensa fue
el espacio idóneo en el que se reproduje-
ron los debates de la época y el originario
espacio de público de opinión que señalan
las historiadoras Bedoya (2010). El am-
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biente se mostraba propicio para imprimir
un nuevo medio de comunicación.
Tras la muerte de su padre, en enero de
1884, Juan Murillo Miró heredó la impren-
ta y un mes después puso a circular diario
El Telégrafo (Pérez, 2005).
El primer número apareció seis días des-
pués de la posesión de José María Plácido
Caamaño, electo Presidente por la Conven-
ción Nacional de 1884. El historiador En-
rique Ayala señala que su triunfo signicó
dejar la línea liberal radical del alfarismo
para dar paso a una opción moderada, de-
nominada progresista, que buscaba la in-
tegración del país al circuito internacional
sin cambiar la estructura social ni afectar el
poder del Iglesia. A pesar de que en su go-
bierno se crearon las provincias de Bolívar
y El Oro e instituyó el Sucre como unidad
monetaria, no logró superar la confronta-
ción política existente. (Gómez, 1998a).
El Telégrafo se posicionó como un diario
liberal radical, por tanto, de oposición a
Caamaño. Las primeras ediciones circula-
ban miércoles y sábados a un costo de 1
real por unidad y de 0.75 centavos de peso
por mes (véase Figura 1).
La primera página estaba destinada a infor-
mación publicitaria contribuyendo al desa-
rrollo comercial y nanciero de la ciudad
(véase Figura 2), lo que Benedic Anderson
(1993/2006) calica como el aporte de la
prensa para el desarrollo del capitalismo
impreso. El modelo económico de nan-
ciamiento se sustentó con la venta diaria,
las suscripciones mensuales, los remitidos
y los avisos publicitarios. La parte editorial
establecía mínimas normas de publicación
que marcan los antecedentes de los ma-
nuales de estilo y, posteriormente, se im-
plementaron en los periódicos.
Desde sus inicios, el periódico estableció
una columna editorial que aparecía en la
segunda página. El director/propietario ex-
presaba sus ideas sobre los temas de de-
bate social. Los textos informativos hacían
referencia a lo publicado en otros medios
-locales o nacionales- y a la corresponden-
cia telegráca, contribuyendo a la confor-
mación de un imaginario común de identi-
dad nacional. (Anderson, 1993/2006)
El 15 de noviembre de 1884, diez meses
después que el diario empezará a vender-
se, se desató la revolución de los Chapulos
liderada por Luis Vargas. Los ataques de
Figura 1
El Telégrafo, Guayaquil, 9 de abril de 1884
Fuente: Archivo Biblioteca de las Artes
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Figura 2
El Telégrafo, Guayaquil, 5 de abril de 1884
Fuente: Biblioteca Municipal de Guayaquil
los montoneros estuvieron presentes has-
ta 1887. El plan contaba con el apoyo de
Alfaro desde Panamá que organizaba su
retorno al país. Tras el Combate Naval de
Jaramijó y el asesinato de Nicolás Infante,
el 5 de enero de 1885, El Telégrafo publicó
una hoja volante que contó con la rma de
apoyo de cientos de ciudadanos.
En este contexto histórico, el proyecto
liberal requería de un periódico que in-
forme y oriente sobre la lucha y los dife-
rentes acontecimientos ejecutados por los
montoneros. El Telégrafo llenó esa nece-
sidad política. Antonio Gómez (1998a),
ha comentado sobre la acción del diario
en esa época, destaca que las ocinas del
rotativo se convirtieron en un espacio de
conspiración contra el régimen de Caama-
ño, actividad que se desarrollaba con cierta
imprudencia. El gobierno habría insertado
un espía dentro de sus colaboradores, has-
ta que Murillo fue detenido y desterrado a
Chile. El periódico dejó de circular el 3 de
julio de 1886.
Los colaboradores que trabajaron en los
primeros años del diario fueron Francisco
Campos, Doroteo Molleda, César Borja
Lavayen, Lorenzo Peña, Césareo Carrera
Padrón, Nicolás Augusto González, Ga-
briel Urbina, Camilo Destruge, Amadeo Iz-
quieta, José Matías Avilés, José María Chá-
vez Torres, entre otros. (Destruge, 1982)
El exilio
Una vez en Chile, Murillo Miró entabló
amistad con varios personajes. Entre ellos
con el periodista liberal Juan Manuel Bal-
maceda Fernández, escritor de la Revista
de Santiago y fundador del diario La Li-
bertad de Santiago, que desde agosto de
1886 era presidente de Chile. (Biblioteca
del Congreso Nacional de Chile, s.f.)
Rodolfo Pimentel (2005) señala que la
guerra civil chilena y la posterior renuncia
de Balmaceda el 29 de agosto de 1891 dejó
a Murillo sin el apoyo con el que contaba y
lo volcó, nuevamente, a la ruina.
En 1888, tras la elección de Antonio Flores
Jijón, se instauró una etapa de paz donde
reinó la libertad de prensa y de asociación
(Destruge, 1982). Su administración con-
cedió amnistía los montoneros apresados
en el régimen de Caamaño, se reformó el
impuesto a los diezmos, se renegoció la
deuda externa y se extendió la línea férrea
hasta Quito.
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Siguiendo la línea progresista, en julio de
1892, Luis Cordero asumió la Presidencia
del Ecuador y renunció a su cargo el 16 de
abril de 1895 en medio de acusaciones de
corrupción. Entre 1894-1895 se produjo la
guerra entre Japón y Corea. Chile se había
declarado neutral lo que le impedía vender
a Japón uno de sus buques, El Esmeralda.
Ecuador, que no había tomado posición,
fue conminado por el cónsul de Estados
Unidos a celebrar una venta cticia para
encubrir esa negociación.
Pérez (2005) anota que Murillo atestiguó,
en Valparaíso, el momento de zarpe del bu-
que chileno con la bandera ecuatoriana y
que al investigar detalles descubrió que el
gobernador del Guayas, José María Plácido
Caamaño, obtuvo una comisión de ochenta
mil libras esterlinas. Por coincidencia, fue
el mismo personaje que cuando presidente
había dispuesto su exilio.
El caso se hizo público en enero de 1895 a
través de los telegramas que Murillo remi-
tió a José Abel Castillo, entonces, adminis-
trador del Diario de Avisos. La prensa gua-
yaquileña -entre ellos La Nación, el Diario
de Avisos y el Imparcial- se hizo eco del
caso al que denominó La venta de la ban-
dera. Camilo Destruge destaca que tras
la renuncia de Cordero y la posesión del
vicepresidente Salazar se desató un fuerte
ataque a la prensa con clausura de talleres,
prohibición de circulación de medios y la
partida al exilio de varios periodistas.
La denuncia habría sido el disparador que
aceleró el ascenso del liberalismo. La Re-
volución Liberal se proclamó el 5 de Junio.
Alfaro entró a Quito luego de su triunfo en
la zona de Gatazo al sur de la Capital (Pon-
ce, 1938). El país entró en una nueva etapa
política.
El retorno de Murillo
Tras once años en Chile, Juan Murillo re-
gresó al país y puso nuevamente a circular
El Telégrafo el 14 de octubre de 1896. Para
entonces, José Abel Castillo se desempe-
ñaba como administrador del diario.
Castillo, oriundo de Ambato, llegó a Gua-
yaquil en 1861 con apenas 7 años. Trabajó
en la casa comercial de su tío y luego en la
Casa de Comercio Alemana donde llegó a
ser Tenedor de Libros gracias a su autofor-
mación en contabilidad. Liberal radical, tra-
bajó como voluntario alfarista y en 1883 fue
ayudante de Luis Vargas Torres, líder de la
campaña del Ejército Liberal (Pérez, 2005).
Tras su corta etapa de militancia, trabajó
en el bazar La Juventud de Modas, de José
Guillamet, quien se convirtió en su bene-
factor. Guillamet fue accionista del Banco
del Ecuador, segunda institución de emi-
sión monetaria creada en 1868 que junto al
Banco Luzurraga, habrían de manejar las
nanzas y la política del Ecuador. (Acosta,
1995)
En 1893 se encargó de la contabilidad del
Diario de Avisos y desde 1894 trabajó en la
redacción del Diario La Nación. Entonces,
junto con Aurelio Noboa Baquerizo, redac-
tor de El Imparcial, descifraron los cables
enviados por Juan Murillo con que devela-
ron la negociación del buque Esmeraldas.
Rodolfo Pimentel recuerda que José Abel
Castillo fue uno de los primeros rmantes
del Acta de Proclama de Eloy Alfaro como
Jefe Supremo el 5 de junio de 1895.
El incendio del 5 y 6 octubre de 1896 divi-
dió la historia de Guayaquil en un antes y
un después. El fuego arrasó 83 manzanas,
más de mil casas y destruyó los más im-
portantes edicios del centro de la ciudad.
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Tamayo, N.
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Las ocinas del Banco Comercial y Agrí-
cola, del Territorial y del Banco del Ecua-
dor se consumieron, así como numerosos
negocios, entre ellos el bazar de Guillamet
donde laboró Castillo. (González, 1896)
En la crónica de los hechos, González se-
ñala que también se destruyeron los talle-
res de Diario El Tiempo y la casa de Juan
B. Elizalde donde funcionaba Diario La
Nación. Es importante señalar que en esa
imprenta se elaboraba El Pueblo, órgano
de difusión de la Sociedad Filantrópica del
Guayas, que como se ha dicho, fue un pro-
yecto masón. En todo caso, el 7 de octubre
de 1896, el único medio que circuló fue El
Grito del Pueblo dejando a la ciudad sin
una voz liberal y con un evidente espacio
vacío en la comunicación escrita. La cir-
culación de El Telégrafo, desde el 14 de
octubre de 1896, llenó el vacío dejado por
los periódicos arrasados por el fuego.
La reconstrucción de la ciudad recayó en
la Comisión de Socorros, encargada de re-
caudar y distribuir los fondos de ayuda na-
cional e internacional que llegaron al país.
Esa comisión estuvo conformada por Luis
A. Dillon, W. Higgins, Emilio Estrada, Mi-
guel Campodónico, F. Salcedo, Julio Con-
cha, Martín Avilés y J.A Wheeler. (Junta
de Socorros, 1898).
La necesidad de rearmar la infraestructura
urbana, comercial, nanciera y bancaria
obligó a las autoridades a tomar medidas.
Rojas (2020) señala que el 27 de octubre
de 1896, el Municipio convocó a un Con-
curso de Proyectos Urbanos para la reorga-
nización urbana sentando una trama cua-
driculada, base de la estructura de la nueva
ciudad.
Como referencia, el Puerto concentraba el
38% de la población nacional, de la cual
el 54% era trabajadores de servicios, 41%
de otras áreas y 5% de actividades desco-
nocidas. Existía demanda de mano de obra
para actividades agrícolas, portuarias y de
servicios. Las actividades importadoras se
encontraban en auge y el puerto tenía un
importante movimiento comercial y nan-
ciero. (Pineo, 1994)
Los problemas de la ciudad se concen-
traban en cuatro áreas: abastecimiento de
mercados; comunicación interna que fa-
cilite el comercio; industrias que provean
bienes; y servicios nancieros que posibi-
liten el auge del capital. El Estado liberal
intentó responder a esos problemas. Se
creó una Sociedad Protectora de la Indus-
tria (1 de junio de 1897); se constituyó la
Guayaquil & Quito Railway Co., encarga-
da de los trabajos del ferrocarril del sur; se
expidió una Ley Reformatoria de Bancos
con la intención de pasar al talón oro y se
consolidaron las deudas del Estado con la
banca privada. (Gómez, 1998a)
La nueva etapa de El Telégrafo se inscribió
en ese proceso de reorganización urbana
de la ciudad, en medio de la dinamización
de la banca y el comercio y el surgimien-
to de una élite con diferentes intereses que
respondían a sus actividades comerciales,
nancieras, importadores y exportadores.
(Véase Figura 3)
El diario mantuvo la diagramación de 6 co-
lumnas; el contenido refería a información
comercial, noticiosa –nacional e interna-
cional-; y, la columna de opinión del direc-
tor. Los avisos comerciales se presentaron
en la primera página, cambió la tipografía y
la circulación pasó de la mañana a la tarde.
Un hecho que cambiaría la historia del ro-
tativo porteño será la convocatoria de Eloy
Alfaro a Juan Murillo para que dirija la
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cía Moreno (Núñez, 2003). Nuevamente,
los masones estarían presentes en proyec-
tos que vinculaban a la prensa.
La gestión de José Abel Castillo
En 1899, José Abel Castillo adquirió las
deudas y las acciones del periódico y se
convirtió en el nuevo propietario. El 7
de ese mes circuló una nueva versión de
El Telégrafo con un formato pequeño, de
8 a 12 páginas, escritas a dos columnas
(Gómez, 1998b).
El diario mantuvo la línea alfarista hasta
1901. Ese año, el diario no apoyó al candi-
dato liberal Leonidas Plaza Gutiérrez, pero
continuó la promoción de los proyectos li-
berales: la ley de manos muertas, el matri-
monio civil, el divorcio y la separación del
Estado y la Iglesia, como puede advertirse
en el siguiente editorial:
Dice monseñor González Suárez que
el clero puede tener participación en la
política. Si por esa participación se en-
tiende la aceptación de todos aquellos
cargos que, según la Constitución, pue-
den desempeñar los sacerdotes como
los de senadores, diputados o miem-
bros del Consejo de Estado. Nosotros
agregaremos y ministros de Estado y
hasta presidente de la República. Por-
que realmente deben los sacerdotes
tener todos los derechos que la Cons-
titución concede a los ciudadanos, pero
por los votos que hacen, se hallan ex-
cluidos de tomar parte en los negocios
públicos y según la Constitución vigen-
te, están inhabilitados civilmente para
los cargos administrativos y además no
son ni electores ni elegibles. (…) La
secular intransigencia de sus principios
los incapacita para la vida política por
encontrarse en oposición al amplio de-
Figura 3
El Telégrafo, Guayaquil, 5 de diciembre de 1896
Fuente: Biblioteca Digital CCE.
Escuela de Artes y Ocios de Quito, evi-
denciando desde ese momento la estrecha
relación que mantenían los dueños de los
periódicos con los gobiernos de turno.
El mismo año que la ciudad de Guayaquil
debatía el proyecto que daba entrada a la
modernidad urbanística y cerraba la etapa
arquitectónica vigente desde la Colonia
(Compte, 2017), en diciembre de 1897,
José Abel Castillo asumía la dirección de
El Telégrafo e ingresaba a la Logia Luz del
Guayas (Pérez, 2005). El contacto con la
Masonería se habría dado cuando colaboró
como asistente de Juan Montalvo mientras
el escritor combatía con la tiranía de Gar-
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sarrollo de la civilización moderna. (El
Telégrafo, 9 de mayo de 1901, p. 1)
El 16 de junio de 1902, un nuevo incendio
afectó la ciudad, 26 manzanas se vieron
afectadas, dentro de ellas, los talleres del
diario. El Telégrafo dejó de circular por 10
días y luego, el 8 de noviembre, anunció el
cierre temporal del rotativo hasta resolver
sus dicultades (Gómez, 1998b).
En junio de 1902 cuando El Telégrafo per-
dió sus talleres en el incendio de ese año,
Leonidas Plaza dirigía el país desde el 1
de septiembre de 1901. Si bien fue el can-
didato liberal, apoyado por Alfaro, pronto
habrían de distanciarse, aunque mantuvo
las líneas generales de las reformas libe-
rales (Ley de Matrimonio Civil y divorcio,
1902; Ley de Cultos, 1904) y la construc-
ción del ferrocarril.
Sin embargo y como se verá más adelante,
El Telégrafo inició una relación de encuen-
tros y desencuentros con el liberalismo,
alejándose cada vez más del ala radical a
la que apoyó en sus orígenes.
El Telégrafo volvió a circular el 1 de julio
de 1903. Los talleres estaban localizados
en las calles Aguirre No. 425, entre Chile
y Chimborazo, y contaban con nueva ma-
quinaria importada desde Francia (Gómez,
1998b). El objetivo del periódico fue posi-
cionarse como el principal periódico de la
ciudad. Para ello, incorporó noticias cultu-
rales, fragmentos diarios de novela e inclu-
plumas del calibre de José Antonio Cam-
pos y Camilo Destruge. Se mantuvo con el
formato a seis columnas y cuatro páginas.
Sin embargo, serían los problemas políti-
cos los que pondrían en crisis su estabili-
dad. Las diferencias entre Leonidas Plaza
y Eloy Alfaro habían acentuado las divisio-
nes en el liberalismo. Para las elecciones
de 1905, Plaza promovió a Lizardo García,
comerciante guayaquileño, miembro de la
Sociedad Protectora de la Infancia que ha-
bía sido creada por José Castillo y León
Becerra. El apoyo del diario a García se
daba por descontado y con ello se raticó
la distancia que había tomado Castillo y El
Telégrafo del liberalismo radical.
García gobernó por corto tiempo, desde
el 1 de septiembre de 1905 hasta el 15 de
enero de 1906 cuando fue depuesto por
Alfaro. Cuando el diario condenó el derro-
camiento sus ocinas fueron atacadas por
fuerzas gobiernistas lo que acentuó más la
distancia con el alfarismo radical.
La Asamblea Constituyente de 1906 de-
signó Presidente a Alfaro y promulgó una
nueva Constitución que estableció deniti-
vamente la separación entre la Iglesia y el
Estado. Ese mismo año, se había fundado
diario El Comercio de Quito y el Banco
del Pichincha, como una expresión de la
necesidad de la Sierra de contar con una
institución nanciera que hiciera frente a
las de la Costa.
En su segunda administración, Alfaro bus-
aanzar el proyecto liberal. Uno de sus
ejes fue la construcción del ferrocarril,
tema que generó controversia. Los medios
guayaquileños, entre ellos El Telégrafo, se
opusieron al contrato de concesión para la
construcción de la línea férrea por Acher
Harman, contratista demandado en Es-
tados Unidos y que había fracasado en la
dirección de un ferrocarril (Uggen, 2004).
Cabe recordar que fue el Primer Congreso
Panamericano realizado en Washington en
1889, que recomendó la construcción de
una línea férrea que conecte a las dos amé-
ricas, por lo que el proyecto se ejecutó aún
sin contar con inversionistas y sustentado a
crédito externo.
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El 17 de septiembre de 1907, al grito de
Viva Alfaro, soldados, empleados del mue-
lle y resguardos atacaron nuevamente los ta-
lleres de los periódicos opositores (Gómez,
1998b). El Telégrafo salió de circulación
para reaparecer el 7 de agosto, pero el día
19, otro ataque obligó a Castillo a partir ha-
cia el exilio por unas semanas (Pérez, 2005).
Camilo Destruge (1982) señala que en la
segunda administración de Alfaro, El Te-
légrafo mantuvo una oposición moderada,
informó extensamente sobre temas inter-
nacionales y fue parco en los asuntos de
política interna, sin abandonar los temas de
interés general.
El 11 de agosto de 1911, en medio de una
revuelta popular, Alfaro renunció a la Pre-
sidencia y partió a Panamá. Carlos Freire
Zaldumbide, entonces Presidente del Con-
greso, fue designado Presidente Interino.
Convocadas las elecciones presidenciales,
triunfó Emilio Estrada Carmona. Gobernó
apenas cuatro meses hasta su fallecimiento
en enero de 1912. El Congreso, con mayo-
ría placista y conservadora, designó a Frei-
re como Presidente. La decisión fue recha-
zada por los alfaristas de Esmeraldas que
declararon Jefe Supremo a Flavio Alfaro.
Por su parte, Pedro Montero se proclamó
Jefe Supremo del Guayas.
Leonidas Plaza se desplazó a Guayaquil
a combatir a Moreno. Alfaro, de retorno
de Panamá, esperaba ser mediador entre
los bandos de su partido, sin embargo, las
fuerzas liberales radicales habían perdie-
ron terreno y estaban siendo derrotadas.
Montero capituló, Alfaro rmó la rendi-
ción con la condición de amnistía para los
levantados en diciembre de 1911 y su exi-
lio. Desconociendo los acuerdos, Plaza or-
denó la detención de Alfaro, sus generales
y varios liberales, entre ellos el periodista
Luciano Coral, director del diario El Tiem-
po. Montero fue juzgado por traición, eje-
cutado y su cuerpo arrastrado por las calles
de Guayaquil.
Los prisioneros fueron llevados a Quito
por órdenes de Freire. El historiador Enri-
que Ayala arma que es incuestionable el
acuerdo de los placistas con los conserva-
dores y los clérigos que azuzaron a la mul-
titud. Su hijo Olmedo Alfaro acusó a Plaza
y Freire de urdir un plan que terminó con
el asesinato y responsabilizó a la prensa
como instigadora del horrendo crimen.
El Viejo Luchador, como se llegó a cono-
cer a Alfaro fue asesinado el 28 de enero de
1912. Ese acontecimiento marcó el epílogo
del desencuentro entre conservadores y libe-
rales. Alfaro impulsaba una modernización
estatal con inclusión social, un desarrollo
de la industria, una integración regional y
el laicismo (Paz y Miño, 2013). Leonidas
Plaza, representaba a la banca y los expor-
tadores de la Costa que habían entrado en
contradicción con el proyecto liberal.
La facción placista había triunfado. El Te-
légrafo se alineó con Leonidas Plaza, cer-
cano al Banco Comercial y Agrícola, y se-
lló su vínculo con los sectores nancieros.
El crecimiento del diario
El crecimiento del periódico se sitúa duran-
te la segunda Presidencia de Leonidas Pla-
za, 1912-1916, justamente en el momento
de mayor auge de la banca costeña. Hay
que recordar que para esta época el Banco
Comercial y Agrícola, de Francisco Urbina
Jado, y el Banco del Ecuador, gozaban de
un poder inusitado porque eran emisores
de moneda, se encargaban de comerciar los
giros de los exportadores y controlaban el
dinero en circulación en el país.
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El historiador Juan Paz y Miño (2002) ar-
ma que las confrontaciones políticas, la
crisis con Perú y la guerra civil entre con-
servadores y liberales llevaron al gobierno
a depender de la banca presionando por la
impresión de papel que desató, posterior-
mente, una aguda crisis inacionaria. Plaza
reformó las leyes de control bancario, auto-
rizó la inversión en otros negocios privados
y favoreció la formación de oligopolios.
Rodolfo Pérez Pimentel (2005) relata que,
con la llegada de Leonidas Plaza al poder,
José Castillo viajó a Europa y Estados Uni-
dos, donde adquirió dos linotipos para ex-
pandir la presencia del diario en la ciudad.
El Telégrafo literario, revista semanal,
apareció desde el 9 de octubre de 1913
hasta el 22 de enero de 1914 y se convir-
tió en el foro de la corriente modernista
que llegó desde Francia. Fue dirigido por
José Antonio Falconí Villagómez, Mi-
guel Ángel Granado y Guarnizo y Manuel
Eduardo Castillo.
En ese año adquirió una rotativa plana
Duplex con capacidad para imprimir has-
ta cuatro mil quinientos diarios por hora.
Eliminó la edición vespertina, inició los
Jueves Literarios, sección del periódico
en el que escribió Medardo Ángel Silva.
Amplió los temas de referencia incluyen-
do la columna Para la mujer y el hogar y,
posteriormente, se alió a los servicios de
prensa internacional (Pérez, 2005)
Siguiendo el alineamiento con los sectores
nancieros, Castillo apoyó la candidatura
de Alfredo Baquerizo Moreno, ex colabo-
rador de Leonidas Plaza y representante de
la élite guayaquileña. Durante su Presiden-
cia, sucretizó la deuda de El Telégrafo, uti-
lizada para comprar la imprenta de 1898.
Gobernó desde el 1 de septiembre de 1916
hasta el 31 de agosto de 1920. En las elec-
ciones de ese año, cuando triunfó José Luis
Tamayo, el diario mantuvo una posición de
neutralidad. (Destruge, 1982)
Es de suponer que sin la presión de pagos
en dólares, la situación empresarial de El
Telégrafo se consolide. En 1919 José Cas-
tillo conformó la Sociedad Anónima La
Previsora que se convirtió en Caja de Aho-
rros en 1920 de la cual fue gerente Víctor
Emilio Estrada Sciacaluga y Castillo, uno
de sus directores. Se convertía, además de
periodista, en banquero. Su posición den-
tro de la Masonería también se reconocía.
El 19 de junio de 1921 fue electo Primer
Diputado Gran Maestro de la Logia Masó-
nica del Ecuador. Su posición como Direc-
tor del periódico le daba además posicio-
namiento intelectual.
Siguiendo la línea del desarrollo capita-
lista , el 4 de julio de 1921, se inscribió la
primera compañía anónima de comercio El
Telégrafo (Gómez, 1998) para ejercer co-
mercio dentro y fuera del país.
La formalidad implicó libros de contabi-
lidad, responsabilidades civiles para el re-
presentante legal y la promulgación de un
reglamento interno de funcionamiento, tal
como lo expresan las escrituras públicas de
constitución.
También fue la primera empresa editora en
dejar constancia de la extensión de sus nego-
cios a otras áreas, más allá de las netamente
periodísticas o de imprenta, lo que luego se-
ría una norma en el resto de empresas perio-
dísticas que funcionaron en el país.
Ese mismo año, Castillo contrató al avia-
dor Elia Liut para que vuele el avión de
caza italiano que había adquirido y bauti-
zado como El Telégrafo I. Pese a las dis-
crepancias que mantenía con el presidente
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José Luis Tamayo, la aeronave fue donada
al Gobierno ecuatoriano para fundar la Pri-
mera Escuela de Aviación que funcionó en
el país (Pérez, 2005). Posteriormente, ad-
quirió la primera rotativa cilíndrica.
1921 fue un año clave en la historia del
diario, Castillo inscribió la empresa, com-
pró un avión, una rotativa cilíndrica, ex-
pandía su negocio bancario e iniciaba la
expansión urbanística de la ciudad con la
construcción del edicio de la Av. 9 de Oc-
tubre y Pichincha para ser sede del Banco
La Previsora. Inversiones nanciadas con
recursos propios y con préstamos externos
que signicaron una gran presión para la
empresa periodística.
El crecimiento de la empresa coincidió con
el inicio de la crisis económica y ello habría
de cambiar, radicalizar la oposición de El Te-
légrafo al gobierno de Tamayo. La caída de
las exportaciones de cacao generó una fuerte
presión scal, pues constituía el 71.3% de
los ingresos públicos. Para tener una idea,
las exportaciones cacaoteras pasaron de 20
millones en 1920 a 9 millones en 1921, y a
7.5 millones en 1923 (Acosta, 1995).
La devaluación monetaria llegó al 140% en
1923. La inación y el desempleo golpea-
ron, sobre todo, a los sectores populares.
Las empresas periodísticas, en tanto im-
portadoras, enfrentaban el alto costo de los
materiales para la edición de los periódicos.
Cuando estalló la crisis, en 1922, El Telé-
grafo se alineó con los importadores, entró
en una confrontación -poco advertida- con
los exportadores y centró su atención in-
formativa en las acciones de las organi-
zaciones obreras a las que inicialmente
el liberalismo había apoyado. Respaldó a
Enrique Baquerizo Moreno, opositor de
Tamayo, quien era Senador, Presidente de
la Asociación de Agricultores del Ecuador
y cercano al Banco Comercial y Agrícola.
Fue el agradecimiento a su hermano Al-
fredo Baquerizo por la sucretización de la
deuda en 1916.
Con la huelga de los ferroviarios, el dia-
rio posicionó el concepto de movimiento
obrero, vinculó la protesta con la inación
y celebró cuando concluyó con el incre-
mento salarial a favor de los trabajadores.
La protesta social continuaba, los trabaja-
dores declararon huelga para el 7 de no-
viembre y la confrontación de El Telégrafo
con Tamayo aumentaba. En el fondo de la
discusión estaba la anulación de los bonos
producto de la sucretización que beneció
al diario en 1916 y la propuesta del diario
para que apruebe una Ley para la Incauta-
ción de Giros propuesta por Emilio Estrada,
gerente de La Previsora (Tamayo, 2018). La
empresa periodística y la banca cerraban así
sus vínculos en búsqueda de salidas a la cri-
sis que benecie sus negocios.
Al interior del movimiento obrero de no-
viembre de 1922 se dieron dos vertientes,
una de corte sindical que buscaba mejoras
salariales y otra de corte monetario que im-
pulsó la aprobación de Ley planteada por
Estrada y terminó contando con el apoyo
del resto de periódicos de la ciudad.
Tras la matanza del 15 de Noviembre de
1922, la Ley nalmente fue aprobada. El
nuevo cuerpo legal equilibró en cierta medi-
da el poder de los exportadores cacaoteros.
Castillo obligado a salir del país. Estrada
encargado de vigilar la correcta aplicación
de la ley. (Pérez, 2005). El movimiento
obrero que ocupó portadas y páginas ente-
ras pasó a denominarse conicto obrero.
El diario quedó bajo la dirección de Ma-
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nuel Eduardo y la administración en ma-
nos de José Santiago Castillo. Abel Cas-
tillo permaneció varios años en Europa.
En 1925, el diario inauguró el edicio que
lleva su nombre, el primero levantado so-
bre pilotes de mangle y en la torre central,
el reloj público, copia del colocado en el
Parlamento de Londres.
Conclusiones
Al trazar la línea histórica de diario El Te-
légrafo, es imposible no hacerlo en parale-
lo a la de sus dueños. La vida y las accio-
nes de Juan Murillo Miró, primero, y de
José Abel Castillo, después, impactaron en
el devenir de la empresa y del matutino.
El periódico fue y se constituyó en lo que
planicó cada propietario. Las luchas polí-
ticas en las que intervino Murillo quedaron
plasmadas en la gestión del rotativo que
cerró sus puertas e incluso en la reapertura
de la redacción tras su retorno del exilio.
De igual manera, en la gestión de Castillo
intervienen las relaciones sociales que lo-
gra generar, sus conexiones con los círcu-
los masones, impulsadores del desarrollo
periodístico en el país, y de su cercanía con
elementos centrales de la banca costeña.
Hay que reconocer que el surgimiento del
diario, su presencia e inuencia respondió
a momentos políticos y sociales concretos.
Las luchas liberales recorrieron de manera
transversal no solo la política nacional du-
rante las primeras décadas del siglo XX sino
que inuyeron también en el periodismo.
La libertad de imprenta fruto de la Revo-
lución Liberal, así como el laicismo, per-
mitió el surgimiento de una generación de
intelectuales bajo cuyas plumas se escri-
bieron las noticias y las crónicas presentes
en los medios de comunicación.
La necesidad del liberalismo de contar con
un medio de comunicación que informa-
ra de las acciones de los montoneros hizo
posible que El Telégrafo concentre buena
parte del mercado de la información de ini-
cios de siglo en Guayaquil.
Es indudable el apoyo político que el que
contó el dueño de El Telégrafo, Juan Mu-
rillo, para la reapertura del periódico tras
su exilio en Chile, habida cuenta que fue
gracias a su nota de prensa que se precipitó
la llegada de Alfaro al poder. Son esas re-
laciones políticas las que están detrás de la
sobrevivencia del periódico guayaquileño.
Una vez que se reabre el periódico, el azar
también e obra en favor del rotativo porte-
ño. Los incendios que diezmaron Guaya-
quil, sobre todo el de Guayaquil de 1896 y
el de 1902 demolieron la infraestructura de
los periódicos, sobretodo de El Nacional,
que dejó un vacío informativo que fue lle-
nado por El Telégrafo. A eso hay que sumar
las relaciones que Abel Castillo, su nuevo
propietario, fue tejiendo al interior de la
sociedad guayaquileña: apadrinado por un
banquero y con nexos al interior de la ma-
sonería. Sin esas relaciones era poco proba-
ble el desarrollo de la empresa periodística.
Una vez incorporado en la cotidianidad
del Puerto, el crecimiento de la empresa
El Telégrafo fue constante, aunque ello
signicó el distanciamiento de su director
del liberalismo radical y el acercamiento
a la facción liberal que terminó apoyando
al sector nanciero expresado a través de
los gobiernos de Leonidas Plaza y Alfre-
do Baquerizo. Fue durante esos gobiernos
que precisamente se evidencia la expan-
sión de la empresa a negocios nancie-
ros e inmobiliarios, así como el fracasa-
do intento de incursionar de empresario
de la aeronavegación que terminó con la
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donación del aeroplano al Gobierno ecua-
toriano en manos de José Luis Tamayo,
que si bien reportó pérdidas monetarias,
sin duda constituyó para la empresa un in-
cremento de credibilidad y presencia en el
territorio nacional.
Ya para 1922, la empresa se encuentra no
sólo en el negocio de los medios de comu-
nicación, sino también como importadora,
comercializadora y con negocios nancie-
ros. La incursión del José Abel Castillo en
el negocio bancario a través de la creación
de la Caja de Ahorros La Previsora, que
devino luego en banco, muestra las relacio-
nes económicas y de poder que se tejieron
al amparo de los medios de comunicación.
Ese amparo se evidencia en las decisio-
nes de política pública que beneciaron al
diario. Primero con la sucretización de la
deuda privada (convertibilidad de pesos a
nuevos sucres), permitió que la deuda de
El Telégrafo incurra para compra de im-
prenta, se consolide y deje de incrementar-
se fruto de la inación. Posteriormente, al
calor de la crisis de 1922, la presión del
diario fortaleció la imagen del movimiento
obrero y la lucha que emprendieron para
ser escuchados, pero a su vez, signicó
la invisibilización de la plataforma de la
lucha obrera en benecio de la propuesta
emprendida por el gerente de la Previsora
que logró una Ley para Incautar Giros que
dirimió las contradicciones al interior de la
burguesía costeña dividida entre importa-
dores y exportadores.
Esas acciones demuestran que los medios
de comunicación, en este caso El Telégra-
fo, creció al amparo del apoyo masónico,
de su relación con sectores nancieros y
con el apoyo estatal a través de políticas
públicas, que intervino en el sistema po-
lítico actuando como protagonista de los
hechos y como caja de resonancia de te-
mas que deseaba posicionar en el debate
nacional, como el del movimiento obrero,
que luego fueron minimizados una vez ob-
tenida la decisión presidencial.
Esta es solo una revista a 40 años de histo-
ria del rotativo guayaquileño, pero abre una
puerta a futuras investigaciones que contri-
buyan a develar la historia total del diario.
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Para referenciar este artículo utilice el siguiente formato:
Tamayo, N. (2023, julio-diciembre). El Telégrafo: orígenes de un diario guayaquileño. Yachana Revis-
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